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La resistencia tradicionalista a la renovación ideológica del Carlismo (1965-1973)

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2016-01-29
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Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Historia Contemporánea
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INTRODUCCIÓN El estudio de la historia del Carlismo, a través de sus ahora 182 años de existencia formal, ha generado una muy abundante producción científica. Su desarrollo, vicisitudes, cambios y transformaciones han atraído siempre a un importante número de historiadores españoles y extranjeros a lo largo del tiempo. Si el conocimiento del Carlismo en el siglo XIX está actualmente muy avanzado, no sucede lo mismo con su evolución durante todos los periodos del siglo XX. Bien es cierto que momentos como la Segunda República y la Guerra Civil han sido analizados con profusión; y que la "redefinición ideológica" que experimenta el movimiento desde los años sesenta del pasado siglo ha contado con una cuantiosa producción escrita. Sin embargo la abundancia de publicaciones no siempre implica clarificación de los problemas y, en ocasiones, lo que se provoca es una avalancha de información que debería ser tratada y contrastada de una forma diferente y más sintética. Esta Tesis se centra precisamente esa última época, de mediados de los años sesenta del siglo XX, en la que se va a gestar e! cambio, la siempre sorprendente transmutación de un pensamiento tradicionalista clásico en un conjunto de alternativas conducentes al socialismo, el federalismo y la autogestión. El título elegido para la presente Tesis Doctoral:La resistencia tradicionalista a la renovación ideológica del Carlismo (1965-1972), surge del Trabajo de Fin de Máster presentado en esta Universidad Nacional de Educación a Distancia en octubre de 201 O y que llevaba por título: El Carlismo en la década de 1960: de la ilusión sucesoria a la oposición antifranquista. De entre sus conclusiones destacaba la que abría el camino a esta Tesis: analizar cuál había sido el comportamiento del tradicionalismo carlista en los años sesenta y primera mitad de los setenta, ampliando las fuentes y las áreas de investigación. Por todo ello pretendemos estudiar, la génesis, desarrollo y separación de los grupos tradicionalistas de la disciplina del Carlismo oficial y su final ruptura con el Partido Carlista de Carlos Hugo de Barbón Parma. Todo ello inserto en el arco cronológico que media entre la Reunión de la Junta Nacional Carlista en el Castillo de Puchheim en Austria (1965), clave para lo que sucedería años después, el Congreso Nacional Carlista de febrero de 1966, la potenciación pública de la figura de Carlos Hugo en España y las consecuencias para la causa carlista de la .proclamación por Franco ante las Cortes Españolas de Juan Carlos de Barbón como su sucesor a título de Rey (1969) y la ruptura del marco común en el que tradicionalistas y carloshuguistas pudieran convivir puesta de Manifiesto en el 11° Congreso del Pueblo Carlista de 1972. DESARROLLO TEÓRICO Capítulo 1°: El Carlismo bajo el franquismo entre 1939 y 1965 Capftulo 2°: El Congreso Nacional Carlista de 1966: la lucha por el poder y el camino hacia la oposición al franquismo Capítulo 3°:La resistencia tradicionalista a la renovación ideológica del Garlismo: algo más que un pulso entre continuistas y renovadores Capftu/o 4°: Visiones femeninas sobre un Carlismo en transición Capítulo 5°: La ilusión de un rey carlista Capítulo 6°: El tradicionalismo carlista fuera del Carlismo oficial en los años setenta Capítulo 7°: De ''la deserción de la dinastfa" a los tres Garlismos del siglo XXI CONCLUSIÓNES 1) Lo acontecido en el Congreso Nacional Carlista celebrado en el Valle de los Caídos en febrero de 1966 supuso un momento de encuentro y debate real entre todas las tendencias internas presentes en el seno de Ja Comunión Tradicionalista. Este Congreso no supuso, como se ha mantenido por parte de la historiografía neocarlista, la ruptura definitiva con el régimen. De hecho, los congresistas consideraban llegado el momento de aspirar al poder a través de la participación activa en puestos y cargos de responsabilidad de la estructura institucional del franquismo. Tampoco se reclamó la evolución ideológica aunque s! la actualización de los postulados del Carlismo. 2) La figura de Don Javier de Borbón Parma, rica en matices, responde a la de un personaje contradictorio que adoptó decisiones polémicas, unas veces de forma personal y otras bajo la influencia directa de su hijo Carlos Hugo, como lo demuestran las anotaciones, correcciones y rectificaciones halladas en su correspondencia personal. Su entrega a la causa carlista es indudable así como sus deseos de reforma política y de justicia social para España; pero no lo es menos su frecuente testimonio de vinculación a la Casa Real de Francia. Resulta cuando menos extraño que una misma persona apueste, en teoría, por el socialismo, et federalismo y la autogestión al sur de los Pirineos y participe con ardor en los movimientos legitimistas y realistas franceses. Más allá de la imagen que, interesadamente muestran sus biógrafos más apasionados, se convirtió a buen seguro, en un instrumento de legitimación en manos de su heredero Carlos Hugo hacia una deriva ideológica de inciertas consecuencias. Del análisis de su correspondencia personal se deriva una fe ciega en Carlos Hugo pero una ausencia notable de directrices de renovación ideológica de su puño y letra. Es pues imprescindible una revisión biográfica de la figura histórica de Don Javier de Barbón Parma sobre todo la de los años que median entre 1968 y su fallecimiento en 1977. 3) ¿Hasta qué punto la remota posibilidad de un rey carlista elegido por Franco podía trastocar estos planes de renovación y evolución ideológica?. Creemos que la posibilidad de la sucesión se dibujó en el horizonte cronológico que se extiende entre 1962 y 1968, pero siempre en la persona de Carlos Hugo y nunca en la del "Viejo Rey Javier''. Por ello el Carlismo siguió colaborando con el régimen franquista más allá de la versión que afirma la existencia de una ruptura clara desde 1966. El abandono de los "secretarios" de Carlos Hugo en 1967 se debe no sólo a su desgaste político enfrentándose a los continuistas del Carlismo, sino a que el propio Carlos Hugo albergaba aún esperanzas con respecto a la sucesión. En todo caso esa colaboración con el régimen se mantuvo hasta la destitución de José María Valiente en 1968. El fin del sueño sucesorio se certifica definitivamente con la expulsión de los Barbón Parma en diciembre de ese año. Aquí sí el Carlismo pasa definitivamente a la oposición total a la dictadura, y la Comunión Tradicionalista se convierte en 1969 en el Partido Carlista; cambio de denominación que en el Congreso Nacional Carlista de 1966 fue rechazado por amplia mayoría. 4) Los cambios ideológicos impulsados por Carlos Hugo y sus secretarios constituyeron el principio del fin para el Carlismo contemporáneo. l De ser una fuerza pujante, popular y en alza a mediados de la década de los sesenta, pasa a ser un partido escorado hacia un izquierdismo que los militantes de más largo recorrido nunca acertaron a comprender. Quizá una línea política más pragmática y posibillsta, centrada en la Dinastía e integradora de corrientes hubiera podido dar frutos más apetecibles. Difícilmente el de la sucesión de Franco, puesto que el dictador nunca pensó realmente en esa posibilidad, pero quizá sí el del hallazgo de un espacio político de cara a la Transición democrática en la que el Carlismo, minoría parlamentaria desde más de un siglo y medio, quizás hubiera tenido un espacio propio y más definido. La interpretación libre e interesada de la historia del Carlismo para transformarlo, de movimiento contrarrevolucionario, profundamente católico, foralista y monárquico; en una fuerza revolucionaria, de libre conciencia, federalista y socialista autogestionaria, sólo pudo convencer a los dirigentes que impulsaron tales cambios. La cúpula del poder, con Don Carlos Hugo al frente, vislumbró un sueño utópico y se propuso conseguirlo frente a la realidad mayoritaria de una masa carlista a quien se trató de adoctrinar desde la base, con muy escaso éxito, a pesar de la propaganda. 5) En su deseo por avanzar hacia unas tesis consideradas de imprescindible aplicación, el aparato del Partido Carlista desvertebró la formación, expulsando, amonestando y manipulando aquellas realidades que contravenían sus propósitos. Este clima de secretismo, favoritismo y autocomplacencia, puso en guardia a las bases y supuso el alejamiento o el enfrentamiento directo con los dirigentes regionales y locales Para desconsuelo de sus seguidores, la Dinastía Carlista se tornó política, abandonando los deberes de amparo y equidistancia de todas las corrientes del Carlismo. La imposición de la figura "pacto pueblo-dinastía" situaba la figura del monarca al borde del precipicio y al capricho de los acontecimientos. El progresismo de Don Carlos Hugo adoleció de control y la inusitada aceleración que imprimió a los cambios, por él y su equipo propuestos, condujo al Partido Carlista a la destrucción. Por otro lado su hermano, Don Sixto Enrique, sucumbió a la tentación integrista y optó por frenar en seco todo cambio o transformación saludable del Carlismo y anclarlo en unos presupuestos inmovilistas. La nave de la Historia partía y, mientras Don Carlos Hugo saltó por encima de ella, sobrepasándola, Don Sixto no alcanzó a tocar su borda. El Carlismo estaba condenado a desaparecer como partido de masas.
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