España y Portugal tuvieron un proceso de cambio paralelo en el contexto más amplio de la cultura política occidental que marcó el signo de los procesos revolucionarios: El gran espacio de experiencia que decía Koselleck en Futuro Pasado. En ambos países el cambio llegó de la mano de las convulsiones internacionales que provocaron los ejércitos napoleónicos. A raiz de los movimientos patrióticos y nacionales, se pusieron en planta las nuevas ideas de soberanía, el cambio de “majestad” que es como decir el cambio del centro del poder. En ambos países confluyó un hecho común: la ausencia del Rey. El paralelismo es espectacular, tanto por serlo en el proceso como en las fechas hasta casi el final del XIX; lo es también por el desconocimiento que usualmente se tiene de estas circunstancias.